miércoles, agosto 01, 2007

Venecia




Un destello luminoso y una sensación de calor, hizo que abriera los ojos aquella última mañana en el barco, y cual no sería mi sorpresa, cuando descubrí uno de los amaneceres más bonitos que había visto en mi vida.
Todo se había vuelto color ámbar y luego verde, para dar paso a un color azul intenso. Un impulso me llevó a la terraza de un salto, toda aquella gama de color iba invadiendo un paisaje que se movía ante mí tan pausadamente, que daba a entender que se detenía para mi deleite.
Estaba entrando en Venecia por la puerta grande, me la estaba mostrando poco a poco el sol, destapando en toda la gama de azules unos edificios que parecía hicieran callar el sonido del mar, cuyo oleaje se me antojaba más silencioso que de costumbre.
De repente, ante mí se encontraba, en la claridad del día, una ciudad que ya me había cautivado el año anterior, y en la que este año había decidido pasar unos días, justo antes de comenzar a navegar.
Una ciudad que parecía querer despedirse de mí, para dejarme un recuerdo aún más inolvidable del que ya tenía. Había pasado en ella (una semana antes) unos días entrañables, surcando sus canales, pateando sus calles, dejándome engullir por sus edificios, sus puentes, …
¿Quién dice que Venecia se muere? Si incluso los edificios vacíos, susurran historias al pasar por delante de ellos…

Ciao Venezia, ciao!!!

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