jueves, agosto 16, 2007

ESTAMBUL (III)

GRAN BAZAR :




Ahora intentaré reflejar uno de los días más divertidos. Nos fuimos de compras, pero a comprar sin prisas, pasándolo en grande y conociendo personas diferentes.
Antes que nada creo que debo disculparme por mi juicio previo sobre la forma de actuar de los turcos, pensé que las compras del Gran Bazar, serían similares a las que hice hace unos años en el Zoco de Sidi bou Saíd en Túnez, una experiencia no muy agradable... En el Gran Bazar fue diferente, no nos acosaron ni coaccionaron, nos dejaron a nuestro aire, no hay precios en los escaparates, si nos interesa algo, se pregunta su precio y ... comienza una disputa de precios entre bromas, presentaciones, alusiones personales, consejos, etc... un té turco y alguna que otra delicia de pistacho, que al final concluirán con una venta en la que todos hemos salido ganando.
Me gusta ir de compras, pero suelo tener muy claro qué es lo que quiero y donde voy a ir a comprarlo, siempre voy apretada de tiempo, por lo que no suelo pararme ante cosas innecesarias, aunque reconozco que mi perdición son los bolsos y los zapatos, siempre hallo un hueco para echarles una ojeada y darme un capricho de vez en cuando.
He de reconocer que comprar estando de vacaciones es mucho más gratificante y en el Gran Bazar, más divertido.
Es como si fuera una pequeña ciudad, donde sólo existen tiendas (unas 5.000). Con una distribución más o menos ortogonal, cuya primera impresión es que se trata de un laberinto en el que perderse es muy fácil. Los nombres de sus calles, van relacionados con los artículos que se venden en sus tiendas, resultando así más fácil encontrar lo que buscamos (joyas, alfombras, antigüedades, ropa, ...).
Casi todos los vendedores hablan muchas lenguas y no hay ningún problema de comunicación, el español se habla ya prácticamente en todo el mundo.
Lo más importante del Gran Bazar, es que hay que ir a comprar sin prisas, y dispuestos a caerle en gracia al dueño de la tienda y a disfrutar regateando el precio de aquella mercancía que nos interesa. Si no hay acuerdo de entrada, y siempre que se le caiga bien al vendedor, éste nos invitará a degustar un sabroso té de manzana, mientras se interesa por nuestro país, nuestro trabajo, ... dejando la venta al margen de momento, para finalmente intentar llegar al mejor precio para todos, que terminará con un fuerte apretón de manos.


También pudimos ver como se hace la llamada a oración desde uno de los balcones utilizados para ese fin, ya nos habían explicado antes que los musulmanes de Estambul, no suelen rezar por las calles, pues como conocen los horarios, procuran a esa hora estar en algún lugar más íntimo. La llamada se hace delante de todos cuantos estén haciendo negocios o curioseando por esas calles abarrotadas de personas.
Es otro mundo, donde el tiempo se detiene para no hacer las cosas a la ligera, es raro ver a alguien inquieto por tener prisa...

Con estos tres comentarios sobre Estambul, espero que se entienda por qué me ha impactado tanto, es una ciudad a la que espero volver de nuevo en breve, para disfrutar mucho mejor de ella. Describir todo cuanto he visto en sólo unas líneas, es prácticamente imposible sin extenderme, y además es muy difícil explicar todo ese cúmulo de sensaciones que produce una ciudad tan variopinta y cuna de tantas civilizaciones.


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