Es curioso, como sin saberlo, habíamos organizado todo el viaje pensando en una ciudad, que ni si quiera imaginábamos que nos impresionaría de la manera como lo hizo.
Ya entrando en el puerto de Estambul, despacio, muy despacio, por el canal del Bósforo, escuché de lejos unos cánticos que ni me planteé de que podía tratarse, no se me ocurrió otra cosa que pensar que alguien tenía su emisor de radio demasiado alto...
Nunca más equivocada estuve, se trataba de la llamada a oración de los musulmanes: “AL-Láhu Akbar, AL-Láhu Akbar... Hayya Alas-saláh... ”, o lo que es lo mismo “Dios es el más grande, Dios es el más grande... Venid a la oración...”.
¡Cuánto me quedaba por aprender! Y eso que no había hecho más que llegar...
Estambul, anteriormente conocida como Bizancio o como Constantinopla (influenciada por los imperios otomano, bizantino y romano) es una ciudad que honra y conserva fielmente todo el legado de su pasado, pero dejando paso a la modernidad que ofrece el futuro. Me sorprendió la forma de vestir, totalmente occidentalizada, es más, me atrevería a comentar que nada que envidiar a como se viste en algunas ciudades que se consideran cuna de la moda, como podría ser Milán o cualquier otra.
Está atravesada por el Estrecho del Bósforo que conecta el Mar de Marmara con el Mar Negro, y que divide la ciudad en dos partes, la parte europea y la parte asiática.
La ciudad vieja está ubicada en el estrecho del Bósforo y la ciudad moderna comprende ambos lados (europeo y asiático) del estrecho.
Jamás pensé, que semejante mezcla de culturas pudiera pasar de forma tan desapercibida, todo es tan normal en ese entorno que no te llama excesivamente la atención. Sin embargo envuelve y se deja sentir y sin darte cuenta empiezas a formar parte de un escenario habitual en el que te integras perfectamente.
Una ciudad con unos 15 millones de habitantes, que cuenta con casi 30 Universidades, lo que me hacía entender el nivel cultural de sus habitantes (gratamente sorprendente) y donde hablar español ya no es ningún problema.
El tráfico que circula por sus calles, es algo complicado, nos avisaron que al cruzar una calle jamás retrocediéramos o detuviéramos la marcha, el conductor sabe esquivar perfectamente nuestra presencia sin provocar mayor alteración. Y siempre hay algún policía dispuesto a ayudar a cruzar si fuera necesario.
Limpieza y orden, otra de sus características. Mucha vigilancia y nada de venta ambulante, sobre todo en las zonas más turísticas, la mayoría de las ventas se derivaban al Gran Bazar o al Mercado de las Especias...
Ya entrando en el puerto de Estambul, despacio, muy despacio, por el canal del Bósforo, escuché de lejos unos cánticos que ni me planteé de que podía tratarse, no se me ocurrió otra cosa que pensar que alguien tenía su emisor de radio demasiado alto...
Nunca más equivocada estuve, se trataba de la llamada a oración de los musulmanes: “AL-Láhu Akbar, AL-Láhu Akbar... Hayya Alas-saláh... ”, o lo que es lo mismo “Dios es el más grande, Dios es el más grande... Venid a la oración...”.
¡Cuánto me quedaba por aprender! Y eso que no había hecho más que llegar...
Estambul, anteriormente conocida como Bizancio o como Constantinopla (influenciada por los imperios otomano, bizantino y romano) es una ciudad que honra y conserva fielmente todo el legado de su pasado, pero dejando paso a la modernidad que ofrece el futuro. Me sorprendió la forma de vestir, totalmente occidentalizada, es más, me atrevería a comentar que nada que envidiar a como se viste en algunas ciudades que se consideran cuna de la moda, como podría ser Milán o cualquier otra.
Está atravesada por el Estrecho del Bósforo que conecta el Mar de Marmara con el Mar Negro, y que divide la ciudad en dos partes, la parte europea y la parte asiática.
La ciudad vieja está ubicada en el estrecho del Bósforo y la ciudad moderna comprende ambos lados (europeo y asiático) del estrecho.
Jamás pensé, que semejante mezcla de culturas pudiera pasar de forma tan desapercibida, todo es tan normal en ese entorno que no te llama excesivamente la atención. Sin embargo envuelve y se deja sentir y sin darte cuenta empiezas a formar parte de un escenario habitual en el que te integras perfectamente.
Una ciudad con unos 15 millones de habitantes, que cuenta con casi 30 Universidades, lo que me hacía entender el nivel cultural de sus habitantes (gratamente sorprendente) y donde hablar español ya no es ningún problema.
El tráfico que circula por sus calles, es algo complicado, nos avisaron que al cruzar una calle jamás retrocediéramos o detuviéramos la marcha, el conductor sabe esquivar perfectamente nuestra presencia sin provocar mayor alteración. Y siempre hay algún policía dispuesto a ayudar a cruzar si fuera necesario.
Limpieza y orden, otra de sus características. Mucha vigilancia y nada de venta ambulante, sobre todo en las zonas más turísticas, la mayoría de las ventas se derivaban al Gran Bazar o al Mercado de las Especias...
(Continuará)
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