lunes, agosto 20, 2007

DUBROVNIK (Última escala).


Es una de las ciudades costeras de Croacia. Y uno de los centros turísticos más importantes del Mar Adriático. Se la conoce como "la perla del Adriático”.
Se trata de una ciudad rodeada de murallas y fortificaciones, construida al pie de una montaña, discurriendo por su ladera hasta entrar de lleno en las aguas del Adriático.
Dubrovnik ya nos había sorprendido el año anterior, y por eso nos gustaba volver a pasar unas horas en ella, y disfrutarla de otra manera.
Está considerada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, y fue reconstruida al completo en 1.995.

Entre 1.991 y 1.995 quedó destruida casi totalmente, a consecuencia de la invasión del ejército yugoslavo (compuesto en su mayoría por serbios), millares de obuses asolaron iglesias, palacios y mansiones históricas. Con un balance de más de 2.000 impactos de bala en los muros y centenares de avenidas agujereadas por las explosiones de las bombas, y paradójicamente, no fue destruido ni un solo trozo de sus murallas.
Cuando ya por fin, han desaparecido las huellas físicas de la guerra y con la totalidad de los tejados reparados, vuelve a ser una ciudad radiante y próspera. Ciudad que agradece al turista, su colaboración en esa prosperidad.

Este año, nos hemos limitado a pasear sus calles, mirar el paisaje desde las murallas y a charlar con los camareros sentados en una de sus terrazas. Sus habitantes se esfuerzan por entender nuestro idioma y casi todos lo hablan un poco.
Es una delicia caminar por las calles de una ciudad donde toda ella es un monumento, su belleza no se encuentra dentro de sus edificios, es en sus falladas donde radica su hermosura. En el interior de sus edificios no existen obras de gran valor, pues casi todos ellos fueron saqueados cuando la guerra.

No hay policías, salvo los guardias que custodian la muralla y cuyo cambio de guardia es digno de ver. Nos dijeron que la mejor policía que tienen son las abuelas croatas, a ellas no hay delincuente que se les resista . Como son tan pocos sus habitantes, se conocen todos.

Me sorprende descubrir un cibercafé, cuyas mesas están en la terraza con portátiles a disposición de todo aquél que quiera utilizarlos. Hay mucha seguridad en sus calles, y la delincuencia empieza a notarse en algún que otro turista espabilado.

Sus playas, pequeñitas pero preciosas y limpias.
Su puerto parece sacado de una de las historias de Simbad “El Marino”; es pequeño, por lo que resulta aún más encantador. Nuestro barco no pudo atracar en él, por lo que tuvimos que ayudarnos con lanchas auxiliares.

En definitiva, una ciudad acogedora, en la que se agradece pasar una temporadita.

jueves, agosto 16, 2007

ESTAMBUL (III)

GRAN BAZAR :




Ahora intentaré reflejar uno de los días más divertidos. Nos fuimos de compras, pero a comprar sin prisas, pasándolo en grande y conociendo personas diferentes.
Antes que nada creo que debo disculparme por mi juicio previo sobre la forma de actuar de los turcos, pensé que las compras del Gran Bazar, serían similares a las que hice hace unos años en el Zoco de Sidi bou Saíd en Túnez, una experiencia no muy agradable... En el Gran Bazar fue diferente, no nos acosaron ni coaccionaron, nos dejaron a nuestro aire, no hay precios en los escaparates, si nos interesa algo, se pregunta su precio y ... comienza una disputa de precios entre bromas, presentaciones, alusiones personales, consejos, etc... un té turco y alguna que otra delicia de pistacho, que al final concluirán con una venta en la que todos hemos salido ganando.
Me gusta ir de compras, pero suelo tener muy claro qué es lo que quiero y donde voy a ir a comprarlo, siempre voy apretada de tiempo, por lo que no suelo pararme ante cosas innecesarias, aunque reconozco que mi perdición son los bolsos y los zapatos, siempre hallo un hueco para echarles una ojeada y darme un capricho de vez en cuando.
He de reconocer que comprar estando de vacaciones es mucho más gratificante y en el Gran Bazar, más divertido.
Es como si fuera una pequeña ciudad, donde sólo existen tiendas (unas 5.000). Con una distribución más o menos ortogonal, cuya primera impresión es que se trata de un laberinto en el que perderse es muy fácil. Los nombres de sus calles, van relacionados con los artículos que se venden en sus tiendas, resultando así más fácil encontrar lo que buscamos (joyas, alfombras, antigüedades, ropa, ...).
Casi todos los vendedores hablan muchas lenguas y no hay ningún problema de comunicación, el español se habla ya prácticamente en todo el mundo.
Lo más importante del Gran Bazar, es que hay que ir a comprar sin prisas, y dispuestos a caerle en gracia al dueño de la tienda y a disfrutar regateando el precio de aquella mercancía que nos interesa. Si no hay acuerdo de entrada, y siempre que se le caiga bien al vendedor, éste nos invitará a degustar un sabroso té de manzana, mientras se interesa por nuestro país, nuestro trabajo, ... dejando la venta al margen de momento, para finalmente intentar llegar al mejor precio para todos, que terminará con un fuerte apretón de manos.


También pudimos ver como se hace la llamada a oración desde uno de los balcones utilizados para ese fin, ya nos habían explicado antes que los musulmanes de Estambul, no suelen rezar por las calles, pues como conocen los horarios, procuran a esa hora estar en algún lugar más íntimo. La llamada se hace delante de todos cuantos estén haciendo negocios o curioseando por esas calles abarrotadas de personas.
Es otro mundo, donde el tiempo se detiene para no hacer las cosas a la ligera, es raro ver a alguien inquieto por tener prisa...

Con estos tres comentarios sobre Estambul, espero que se entienda por qué me ha impactado tanto, es una ciudad a la que espero volver de nuevo en breve, para disfrutar mucho mejor de ella. Describir todo cuanto he visto en sólo unas líneas, es prácticamente imposible sin extenderme, y además es muy difícil explicar todo ese cúmulo de sensaciones que produce una ciudad tan variopinta y cuna de tantas civilizaciones.


domingo, agosto 12, 2007

ESTAMBUL (II)

MEZQUITA AZUL (MAVI CAMII):



Ya en la puerta antes de entrar, tuve la sensación de estar en un lugar que seguramente no iba a olvidar jamás. Si es impresionante desde fuera, ni que decir tiene la realidad que encontré dentro.

Se trata de una edificación levantada en unos terrenos que interesaron al Sultán Ahmet Camii (que le dio su nombre), elegidos por su proximidad al Palacio Imperial de Topkapi y por su dominio sobre el Mar de Marmara y el Mar Negro, motivos que lo hacían el lugar idóneo, por lo que pagó por ellos su valor en oro.
La mezquita del Sultán Ahmet es la única de Estambul y de Turquía que posee seis minaretes, lo que le otorga un valor especial entre las mezquitas otomanas. Según la leyenda, el sultán Ahmet I le pidió al arquitecto una mezquita con 4 minaretes de oro (altin), pero dicho arquitecto prefirió aumentar el número hasta seis (alti) evitando así su elevado coste, explicándole posteriormente al Sultán que había sido un malentendido.
Si su localización era perfecta, en su interior, me encontré con una decoración geométrica fantástica, a base de oro, mármol, marfil, mosaicos de azulejos azules y una cantidad tan grande de vidrieras, que, al pasar la luz a su través, se proyectaba sobre los azulejos, volviéndose todo de color azul, ¡estaba claro por qué se llama Mezquita Azul!...
Es tal la variedad de azules y sensaciones, que me quedé muda, quiero describir aquí una sensación imposible de explicar, todos teníamos la misma expresión, los ojos tan abiertos que parecía se nos saldrían de las órbitas si seguíamos así mucho tiempo.
Dentro todo era mágico y misterioso. Es tal la belleza de esa luz que se duplica y se proyecta sobre los azulejos, que parecía que nos hubieran hipnotizado... Dentro no hay imágenes o estatuas, ya que en la religión islámica se prohíbe la idolatría, pero ... ¿a caso se necesitan?

Antes de entrar en la mezquita y siguiendo las leyes coránicas es preciso efectuar la limpieza corporal, por tal motivo el Sadirvan o Fuente de las abluciones, cumple su función espiritual; primero el lavado de cara, manos y pies, en un lado los hombres y en otro las mujeres, para entrar por separado en la mezquita.
Todo el suelo de la mezquita está cubierto de alfombras orientadas a la Meca, todas iguales, indicándose de forma simbólica la posición del orador.
Me llama la atención, que siendo un lugar de culto donde la limpieza es símbolo de pureza, que los occidentales sólo nos preocupemos por entrar descalzos o con los hombros cubiertos, se me antojaba aquello como una falta de respeto. Por su puesto que huele la Mezquita, pero el olor lo añadíamos los occidentales...




(Continuará...)

sábado, agosto 11, 2007

ESTAMBUL (I)




Es curioso, como sin saberlo, habíamos organizado todo el viaje pensando en una ciudad, que ni si quiera imaginábamos que nos impresionaría de la manera como lo hizo.
Ya entrando en el puerto de Estambul, despacio, muy despacio, por el canal del Bósforo, escuché de lejos unos cánticos que ni me planteé de que podía tratarse, no se me ocurrió otra cosa que pensar que alguien tenía su emisor de radio demasiado alto...
Nunca más equivocada estuve, se trataba de la llamada a oración de los musulmanes: “AL-Láhu Akbar, AL-Láhu Akbar... Hayya Alas-saláh... ”, o lo que es lo mismo “Dios es el más grande, Dios es el más grande... Venid a la oración...”.
¡Cuánto me quedaba por aprender! Y eso que no había hecho más que llegar...

Estambul, anteriormente conocida como Bizancio o como Constantinopla (influenciada por los imperios otomano, bizantino y romano) es una ciudad que honra y conserva fielmente todo el legado de su pasado, pero dejando paso a la modernidad que ofrece el futuro. Me sorprendió la forma de vestir, totalmente occidentalizada, es más, me atrevería a comentar que nada que envidiar a como se viste en algunas ciudades que se consideran cuna de la moda, como podría ser Milán o cualquier otra.
Está atravesada por el Estrecho del Bósforo que conecta el Mar de Marmara con el Mar Negro, y que divide la ciudad en dos partes, la parte europea y la parte asiática.
La ciudad vieja está ubicada en el estrecho del Bósforo y la ciudad moderna comprende ambos lados (europeo y asiático) del estrecho.

Jamás pensé, que semejante mezcla de culturas pudiera pasar de forma tan desapercibida, todo es tan normal en ese entorno que no te llama excesivamente la atención. Sin embargo envuelve y se deja sentir y sin darte cuenta empiezas a formar parte de un escenario habitual en el que te integras perfectamente.

Una ciudad con unos 15 millones de habitantes, que cuenta con casi 30 Universidades, lo que me hacía entender el nivel cultural de sus habitantes (gratamente sorprendente) y donde hablar español ya no es ningún problema.
El tráfico que circula por sus calles, es algo complicado, nos avisaron que al cruzar una calle jamás retrocediéramos o detuviéramos la marcha, el conductor sabe esquivar perfectamente nuestra presencia sin provocar mayor alteración. Y siempre hay algún policía dispuesto a ayudar a cruzar si fuera necesario.
Limpieza y orden, otra de sus características. Mucha vigilancia y nada de venta ambulante, sobre todo en las zonas más turísticas, la mayoría de las ventas se derivaban al Gran Bazar o al Mercado de las Especias...



(Continuará)

jueves, agosto 09, 2007

Izmir




Nuestra siguiente parada, Izmir o Esmirna como la llamamos los occidentales. Era el primer contacto con Turquía, país que nos incitaba para organizar este viaje.
Nada más bajar del barco, nos sorprendía una ciudad moderna, conocida como “La perla del Egeo”. Es la tercera ciudad más grande de Turquía, después de Estambul y Ancara.
Pero nuestro interés se centraba en otra ciudad más pequeña, cuyas ruinas ansiábamos ver, Éfeso, a poco más de 100km de Esmirna.
Éfeso es una ciudad muy ligada no sólo a su yacimiento arqueológico, si no también a las ruinas del templo de Artemisa, y a los personajes bíblicos Juan Evangelista y María la Virgen.
Sin embargo, admirando sus monumentales ruinas, al levantar la vista frente la Biblioteca de Celso, vinieron a mi mente otros nombres como Heráclito o Tales de Mileto, y recordé a mi profesor de filosofía, dejando de oir las bromas que hacía el guía sobre la situación de la Biblioteca frente al Burdel, lugar donde se halló la figurilla del símbolo fálico de aquella época, el Dios Bes o Príapo.

Éfeso, es el lugar ideal para estudiar las características del arte dórico, jónico, corintio y compuesto, ganando todo el conjunto con las aportaciones posteriores de los romanos; de todos es sabido que una imagen vale más que mil palabras… sus impresionantes ruinas nos deleitan con el buen saber de arquitectos, ingenieros, escultores… Sirvan de ejemplo el buen estado de las cañerías de la ciudad, las letrinas, el pavimento de la Vía de Mármol o el de la Vía de los Curetos, el Gran teatro o cualquiera de sus grandes Templos…

Sin duda alguna, Éfeso cumplía con creces todas las expectativas esperadas. Su recorrido era una sorpresa tras otra, hasta tal punto que las temperaturas extremas a las que estábamos sometidos no eran ningún obstáculo, ¡por su puesto que merecía la pena!

martes, agosto 07, 2007

OLIMPIA


Recuerdo que una vez soñé que paseaba por los jardines del Palacio del Rey del Cielo y de la Tierra. Soñé que escuchaba el eco de la cólera de Zeus, resonando con estruendo entre las montañas que lo rodeaban. Allí en la cumbre del monte Olimpo, la montaña más alta de Grecia, se situaba la residencia de los dioses, y yo disfrutaba de ella.

Este año he tenido la oportunidad de ver realizado ese sueño, por fin pude visitar Olimpia, la ciudad donde se construyó el mayor de los templos de la Grecia continental (en honor a Zeus), esa ciudad en la que se celebraban cada cuatro años los juegos olímpicos.
Esa ciudad que saqueada por los arcadios, dominada por los romanos, e invadida por los bárbaros que la convirtieron en una simple aldea, posteriormente abandonada, y que terminó siendo enterrada por los aluviones del Alfeo, que derrumbaron el templo de Zeus, cuyos restos permanecen en tierra tal y como quedaron entonces.
Con tantas invasiones y saqueos, es lógico pues, que me decepcionaran un poco las ruinas que allí encontré, mi imaginación había sido mayor que la realidad en sí. Había que imaginarlo todo, el Templo de Zeus, el Filipeiom, el Gimnasio, la Palestra, el Pritaneo,… había tan poco por ver y tanto por imaginar… y hay aún tanto por excavar que…
Me impactó el lugar donde se enciende la Llama Olímpica de los actuales Juegos Olímpicos, se trata del Estadio, y se consigue que prenda la llama mediante el reflejo de la luz solar sobre un espejo parabólico. Esa es la llama que será transportada en una antorcha a través de las principales ciudades del mundo hacia el lugar que acoja los Juegos Olímpicos.
Una curiosidad es que ese lugar está situado a ras del suelo, y no sobre unas columnas (como pensábamos los incultos como yo), esas columnas forman parte de un acueducto romano, muy próximo al lugar del que hablo.

Con decepción o no, lo cierto es que son unas ruinas que me decían más cosas de las que percibían mis ojos.

miércoles, agosto 01, 2007

Venecia




Un destello luminoso y una sensación de calor, hizo que abriera los ojos aquella última mañana en el barco, y cual no sería mi sorpresa, cuando descubrí uno de los amaneceres más bonitos que había visto en mi vida.
Todo se había vuelto color ámbar y luego verde, para dar paso a un color azul intenso. Un impulso me llevó a la terraza de un salto, toda aquella gama de color iba invadiendo un paisaje que se movía ante mí tan pausadamente, que daba a entender que se detenía para mi deleite.
Estaba entrando en Venecia por la puerta grande, me la estaba mostrando poco a poco el sol, destapando en toda la gama de azules unos edificios que parecía hicieran callar el sonido del mar, cuyo oleaje se me antojaba más silencioso que de costumbre.
De repente, ante mí se encontraba, en la claridad del día, una ciudad que ya me había cautivado el año anterior, y en la que este año había decidido pasar unos días, justo antes de comenzar a navegar.
Una ciudad que parecía querer despedirse de mí, para dejarme un recuerdo aún más inolvidable del que ya tenía. Había pasado en ella (una semana antes) unos días entrañables, surcando sus canales, pateando sus calles, dejándome engullir por sus edificios, sus puentes, …
¿Quién dice que Venecia se muere? Si incluso los edificios vacíos, susurran historias al pasar por delante de ellos…

Ciao Venezia, ciao!!!