martes, noviembre 21, 2006

Viena Imperial


Hoy quiero hablar sobre una ciudad que no conocía, pero que sin embargo, al mirarla desde la ventana de uno de sus famosos cafés, me ha parecido tan familiar... que es como si ya hubiera vivido antes en ella.

Es curiosa la sensación, no sabría decir hasta que punto me resultaba conocida, no se si es por el parecido de algunos edificios con los de mi ciudad, o si es porque tenía tantas ganas de conocerla que me la imaginaba tal cual era...

Lo cierto, es que aún sin saber lo que me decían sus habitantes, por desconocer totalmente su idioma, con sus gestos, con sus miradas, con el tono de su voz..., manteníamos una casi perfecta comunicación.
A ningún rostro le ha faltado una sonrisa, ni algún que otro gesto burlón. Me he sentido cómplice de sus juegos y he sentido su ciudad casi del mismo modo como la sienten los vieneses.

Para nada he sido extranjera en la ciudad monumental de Viena.
He escuchado a Mozart, he bailado un vals en la noria gigante del Prater, he bebido vino joven y brindado con los músicos de Grinzing, he paseado por los jardines donde se perdía la emperatriz Isabel de Austria (Sisi).
He intentado descubrir el color azul del Danubio, y sin embargo, he descubierto el color verde esmeralda, imagino que esta percepción tiene mucho más que ver con las condiciones meteorológicas que con el estado del corazón... Y eso que lo he visto desde la torre Donauturm a 165 metros de altura, mientras degustaba exquisitos manjares de la cocina vienesa.
He alquilado un Fiaker para dar un paseo en coche de caballos por el centro de Viena y me he parado a escuchar el organillo con su winkelmann perfectamente ataviado...

También he escuchado villancicos españoles en el Palacio de Schönbrunn (residencia de verano de la Casa Imperial), he saboreado un aromático vino caliente y he alucinado con los adornos de navidad. En mi vida había visto una ciudad engalanada con tanto esmero y con tanta delicadeza y mucho menos en noviembre...
Porque en Viena resulta que ya es Navidad, quizás por darle alegría a esas tardes tan oscuras (desde las cuatro y media de la tarde es de noche) y con esos adornos... es como si bajaran todas las estrellas del firmamento para alumbrar con esa claridad que el sol no puede darle...

Es una ciudad limpia y muy segura, y también muy cara, y... bonita, muy bonita.
Ni que decir tiene que me encantaría volver a ella...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

cuando vuelvas, avisa, que me voy contigo. yo he estado en salzburg y es tambien una ciudad guapa, aunque solo pudiera pasar 5 horas en ella. viena es una de las ciudades de europa que mi novio aun no ha visitado (gracias a dios ¬¬), asi que espero poder verla pronto =D

y te gustó el glühwein (o sea, el vino caliente)?? porque a mi no me gusta nada :S

Mary dijo...

Hecho.
Con respecto al vino, con el frío que hacía entraba divinamente(jeje), desde luego que en Sevilla a 40ºC ni se me ocurriría probarlo.Sí que me agradaba mucho su olor.
Salzburgo es otro proyecto de viaje, junto con el Tirol.

Un saludo y gracias por tu comentario.