Nos despedimos muy agradecidos de Thomas, pues aunque no hablaba nada de español, se esforzó para que no perdiéramos ningún detalle de los lugares que visitamos, localizándonos un traductor, adaptándonos las guías, etc…
Hicimos un almuerzo rápido, teniendo en cuenta, que para los americanos era ya casi la hora de cenar…
Con la emoción nos habíamos olvidado de comer, y como aún estábamos bajo los efectos del jet-lab y habíamos estado picoteando de vez en cuando del pretzel que había sobrado en el desayuno, no habíamos tenido sensación de hambre.
- ¡Sólo nos quedan 3 horas para ver todo el Complejo! -grité al salir del restaurante, mientras sacaba el mapa de la zona - Si queremos aprovechar el tiempo tenemos que dejar sin ver algo.
Descartamos el Monumento espacial en honor a los astronautas fallecidos, la zona recreativa para niños, el centro de recursos para profesores, los robots y la galería de arte de la NASA.
Fue una pena, pero pudimos montarnos en el simulador de vuelos (Shuttle Launch), hicimos una visita en 3D a la ISS, caminamos por el Shuttle Explorer, vimos los cohetes del Rocket Garden, caminamos virtualmente por la Luna y nos quedó un poco de tiempo para comprar algún recuerdo.
A las 20:00h nos aguardaba Matheus con ese porte tan serio y elegante, al que conseguimos relajar con nuestra euforia, sin duda, había merecido la pena visitar el Kennedy Space Center.
FIN
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