A veces, pienso en la huella que deja en nosotros todo aquello que nos ocurre; sin embargo, tengo claro que todo depende del estado de ánimo que tengamos en ese momento.
Así, por ejemplo, yo no reacciono igual ante una situación concreta estando nostálgica, que estando eufórica. Eufórica suelo afrontarla, mientras que nostálgica suelo evadirla.
Cuando estoy nostálgica, siempre me da por pensar que incomodo a los demás y cualquier gesto o detalle que vea, así lo entiendo, y entonces desaparezco. Se que esa apreciación es sólo mía y que ese modo de actuar, sólo me perjudica a mí. No se por qué lo hago, pero lo cierto, es que en esos momentos es cuando más necesito que me mimen, que me cuiden, pero... ¿por qué no lo permito? ¿por qué sólo me entrego a la gente cuando sé que puedo dar algo bonito?
Imagino que en su día me enseñaron que diese cuando tuviera algo que dar.
Pero ahora... ahora que lo añoro todo, no faltándome de nada, ahora... ahora no puedo dar nada; no tengo nada, lo he dado todo, y ese todo... lo tienen los demás.
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